La comunicación con el bebé durante la gestación

4 abril, 2019 0 Por redaccion

En los últimos 30 años los avances en el conocimiento sobre las capacidades de los bebés durante su vida intrauterina, se desarrollaron profundamente. Si bien dieron sustento y aval a aquello que las mujeres intuyeron desde siempre, abrieron también el camino para que con ellos se inventen “métodos” o “técnicas”. En los 80’ por ejemplo, el entusiasmo en relación a estos descubrimientos llevó a crear “universidades fetales” donde se les enseñaban idiomas a los bebés. Los avances de la ciencia significan progreso cuando nos permiten entender mejor las necesidades humanas y permitirle a nuestras capacidades afectivas crecer en su propio sentido. En el caso de la vida intrauterina esto quiere decir: sensibilizarnos a las necesidades afectivas de los seres humanos en su edad más temprana. Digo todo esto en las primeras líneas porque a lo primero que debería llamarnos este tema es a la delicadeza, a la prudencia y al desarrollo de una ética que acompañe la investigación y la implementación de lo que de ella resulta.

Si nos situamos del lado de las madres encontraremos generación tras generación múltiples experiencias acumuladas evidenciando la sensorialidad y las capacidades perceptivas de los bebés, si las escuchamos nos contarán cómo y cuánto ellas sienten el despertar perceptivo de sus hijos. Actualmente a algunas mujeres modernas, les cuesta darle confianza a estas certidumbres. La antropología y el folklore de todas las culturas y en todos los tiempos, se ha encargado de recopilarlas.
Cuando le conté a mi hijo de nueve años que estaba escribiendo este articulo se sorprendió de que algunas personas dudaran que los bebés son capaces de comunicarse cuando están en la panza.

Si, hay que decirlo fuerte y claro: los bebés son seres natos de comunicación, abiertos y atentos a todo lo que los rodea.
La regla de oro en lo humano y en la comunicación es estar atentos al otro, cuidando de no interponer “manuales” a la relación. Muchas mamás cuentan cuando fueron al cine o a un concierto, que en algún momento la panza se les puso dura. Salen de la sala y el bebé se distiende, vuelven a entrar y otra vez la dureza. Ellas entienden que es el bebé quien les está indicando de ese modo algo que siente. ¿Podemos hablar de “gustos” o “preferencias”? En lo referente a la música, las melodías que fueron escuchadas asiduamente y de un modo placentero durante su vida intrauterina, lo calmarán luego después del nacimiento ya que ya forman parte de su universo auditivo. Lo mismo sucede con la voz del padre.

Cada bebé es diferente, es dentro de la relación con él donde encontraremos las manifestaciones de su singularidad. Las gestaciones múltiples dan testimonio de esa particularidad que cada ser humano tiene de organizarse ante los mismos estímulos y situaciones.

El placer de sentir a su bebé reaccionar o de reconocer en sus movimientos un mensaje, crea un sentimiento de bienestar en los papás. El placer que los papás experimentan es transmitido al bebé cuando le conceden un tiempo a la relación, cuando se dirigen a él a través de gestos suaves o le cantan una melodía. Cuando los papas sienten que el bebé los percibe y les responde, sienten una seguridad que también es transmitida al bebé. La relación los sostiene a los tres. Esos momentos de comunicación en intimidad son muy valiosos para los papás y un verdadero tesoro para el bebé que está creciendo nutrido por esos sentimientos. El hecho de asumir esta nueva vida que se está formando y dirigirse a ella con consideración antes de su llegada al mundo crea un campo, una buena tierra para el desarrollo de ese vinculo.

¿Cómo es la vida del bebé en el útero?

El bebé vive allí en un estado de completa interioridad, su mundo sensorial no está limitado a los órganos de los sentidos sino que percibe con todo su cuerpo, de allí que algunos investigadores hayan comparado su sensibilidad con la de los mamíferos marinos. Esta sensibilidad perceptiva, tan fina y expandida, está muy alejada de nuestro mundo aéreo. De allí la dificultad de representarnos cómo vive el bebé en el útero. Cuánto más avanza la investigación más preguntas despierta.

Hemos aprendido a sentir antes que a comprender

Cómo cinco oráculos privados, los sentidos nos dan la posibilidad de renovar el vinculo que no une con la vida. En este sentido la relación con su bebé es también una renovación sensorial para los papás. Los bebés dirían entonces: “siento, luego existo!”.
El útero es un lugar sonoro. Los ruidos del entorno llegan amortiguados por el agua que rodea al bebé. Desde el interior esos sonidos se mezclan con su propio latido, el de su madre y los ruidos intestinales. Su audición es capaz de percibir frecuencias que no son audibles para nosotros. Después de la piel, el oído es el primer órgano en desarrollarse, ya que la piel es todo un sistema sensorial en si mismo. Evolutivamente se forma al mismo tiempo que el sistema nervioso primitivo. La piel es como una gran oreja sensible. En el agua las vibraciones son percibidas por ella. Todos los tonos de nuestras emociones e intenciones pasan por el tacto. A través de su cuerpo le llegan al bebé señales llenas de sentido de las cuáles aprende quien es él.

El útero es también un lugar de movimiento incesante. El bebé es mecido por el ir y venir de su mamá y aún cuando ella descansa, los movimientos internos de su cuerpo masajean constantemente al bebé. En general los bebés tienen su espalda redondeada en constante contacto con las paredes del útero y es firmemente sostenido a nivel de la cabeza y la cola por los huesos del cuerpo de su mamá.

A nivel del gusto el bebé ingiere liquido amniótico y es también capaz de succionar su dedo gordo. La sangre es portadora de gusto y olores según varíe la alimentación de la mamá. Más tarde el bebé reconocerá a su mamá a través de esos gustos y olores que reencontrará en su pecho. El olfato y el gusto tienen también un desarrollo precoz; alrededor del tercer mes y alcanzan su plenitud con el nacimiento.

Con respecto a la vista tenemos que recordar que el lugar dónde vive el bebé es oscuro, el ancho músculo del útero lo separa de la luz. Lo que alcance a ver lo hará solo a algunos centímetros de su rostro. Excepcionalmente solo los bebés ubicados de nalgas, podrían alcanzar con la mirada las puntas de sus pies. A pesar de eso desde el 4to. mes el bebé ya parpadea. La visión y la mirada cobrarán importancia cuando encuentren la luz, los rostros y el espacio.

Después de este recorrido por los sentidos podríamos decir que todo en la vida del bebé, desde la fecundación en adelante, se desarrolla a partir de la calidad de los intercambios que establece con el entorno. Al principio, estos son especialmente fisiológicos, luego se van sutilizando hacia la interacción que lo constituirá como humano: la afectividad y el lenguaje.
El ser humano es desde el inicio de su desarrollo, un ser que vive en relación.
Las relaciones humanas se crean, se construyen, se alimentan en la interacción. Los conocimientos que nos aporta la investigación científica sobre la sensorialidad del bebé en gestación y del recién nacido, puede animar a los papás a entrar en relación con él. Esta relación es exclusiva de los papás. Ellos llegan al bebé, le transmiten su afecto, a través de sus sentimientos, a través de la palabra –hablándole al bebé, del canto – cantándole, dando así los primeros pasos en el entramado del vínculo. Al sentirlos los bebés crecen en el interior de esa relación.

Los bebés no solo crecen dentro del vientre de sus madres, sino también y privilegiadamente, dentro de sus mentes y corazones, al abrigo del calor de su afecto. A través de sus interacciones el bebé va creando a su mamá y a su papá en la mujer y el hombre que lo están gestando. El tiempo de la gestación les permite acercarse, presentarse, sentirse, conocerse y de este modo relacionarse. ¿Cómo pueden hacerlo? Buscando un rato en el día para estar disponibles para el bebé. Relajar los pensamientos y el cuerpo, tomar aire para deslizarse hacia ese lugar ingrávido en el que vive el bebé, permitiéndole a sus sentimientos tiernos llegar hasta él. Permaneciendo allí, juntos los tres, darán inicio cada día a ese particular intercambio que les propone el encuentro.